"Las cosas no son tan comprensibles ni tan formulables como se nos quiere hace creer casi siempre; la mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra"

Rainer Maria Rilke, "Cartas a un joven poeta".

25 feb 2016

Micro relato:Tierra familiar, fuego habitual


Ya sabía yo que pasaría esto, repetía mi abuela con los ojos en llamas, corriendo a la cocina a por un vaso con agua.
Mi abuelo tirado en el suelo, con la cara como un puño agarrándose fuerte el brazo izquierdo. Mi tío, llorando al teléfono y pidiendo una ambulancia y explicando lo que yo acababa de presenciar.
Como siempre, tío y abuelo acabaron la comida indigestándonos con la pelea eterna. Pero esa vez, mi abuelo se cogió el pecho con la mano, caminó dos pasos y se deshizo y los tres, miramos al suelo.

Llego la ambulancia y en un microsegundo salieron todos por la puerta: camilleros, camilla con abuelo, abuela y tío. Se cerró la puerta y se hizo el silencio. Allí me quedé, sola, con seis años. Sola por primera vez, con los ojos como platos.

10 feb 2016

Se acabó

Mamá me esperaba como siempre en la estación, en el mismo banco y con el mismo viejo abrigo. Ya habían pasado ocho meses desde la ultima vez de vernos, y aunque estábamos acostumbradas a la soledad, la soledad de estar separadas era diferente.

-Hija!!, como estás?, que tal el viaje, mi amor?- me preguntó, como siempre con la voz rota.

Le conté mas o menos un poco de todo y ella callada me escuchaba mirándome con los ojazos verdes, secos, pero llenos de admiración.

-Mañana, a las 12h tengo que ir a limpiar una casa, es en un barrio bonito- Me dijo mientras cenábamos frente a la tele. - Si quisieras acompañarme podemos ir luego a hacer un picnic a un parque que hay por la zona- yo resople y ella insistió-solo te quedas una semana y tengo mucho trabajo. Así que me gustaría que vengas conmigo por favor… la casa es muy grande.

-Muy grande, que quieres decir?, mamá no me apetece ponerme a limpiar, yo también estoy cansada. Además no entiendo por que trabajas tanto si este año te dieron la dichosa pensión de papá.

-ya sabes que la guardo para ti. Después de todo lo que has aguantado, que haya servido para algo - me respondió con un gesto culpable.

-Que hemos aguantado mamá, LAS DOS!!

La mañana se despertó blanca, caminamos bajo una arboleda dorada y frondosa, el barrio residencial era perfecto. El pack del bienestar "Casas, jardines y Audis" se repetía a nuestro paso.

La puerta era roja, la abrimos. La sala, enormemente injusta, alojaba todo un mobiliario moderno y mínimo. Las paredes estaban llenas de enormes cuadros coloridos que hacían vibrar a tanta nada. Le continuaba una cocina abierta a la derecha y un salón comedor a la izquierda elevado por dos escalones. También a la derecha, había plantada una gran escalera de metal y tablones de madera cara, que subían en espiral a la segunda planta. 

A los 10 minutos mamá ya había dejado nuestras cosas sobre el taburete aleopardado de la entrada y estaba con su delantal, sus guantes verde agua y sus herramientas de limpieza a punto. Por supuesto que yo también me puse a limpiar.

Pequeña y con el gesto encorvado de trabajar, se movía ligera por el salón, flitaba y pasaba un trapo por todas las superficies, era un gusto verla. Como a esas personas que te abren el apetito de verlas comer, así era mamá para todo.

Llevábamos media hora y ya teníamos casi listo el salón comedor, mamá me dijo que empezara con la cocina y ella iría a hacer las habitaciones de  arriba.
Pero a los cinco minutos bajo blanca y temblando como una hoja de papel.

-Aquí ha pasado algo muy malo- me miro desencajada- tenemos que irnos, ahora- ni se saco los guantes y cogió su bolso, la chaqueta y el cubo con los productos de limpieza que yo estaba por utilizar.

Le pregunté que qué pasaba y no la deje contestar, me dirigí a la parte de arriba de la casa mientras ella me gritaba no se que, pero yo quería saber. Y entré a la habitación principal, había cristales en la alfombra, la lámpara de mesa estaba rota y cerca de la puerta del baño había sangre. Y entre al baño y en la bañera había mucha más sangre, oscura y olía a carne podrida.

Salí de la habitación dando arcadas y la puerta dio un portazo. Me asome por la barandilla de la escalera, un hombre alto y delgado estaba de pie en el salón.

–Pero que haces aquí??!!-  le grito a mi madre.

-Los sábados limpio de 9 a 12 h- respondió mi madre con la voz echa un nudo.

No se qué le contestó el hombre y se abalanzó sobre mamá. Pero ella cogió un cenicero de cristal XL de una mesa y le dio un golpe en la cabeza que resonó como la madera hueca y el hombre se desplomó. Yo cobre vida y corrí hacia abajo. Mamá soltó el cenicero que seguía intacto pero rojo.

-Ningún hombre me pone la mano encima, eso se acabó!!- dijo mirándome.

Después, le dio unos toquecitos con el pie para comprobar que no hubiese peligro. Se acerco a mi despacio, me puso una mano en el hombro y ya no tuve miedo, y después cogió el teléfono que seguía en la misma mesa donde ya no estaba el cenicero.

Hablo serena con uno de los oficiales, y después de dos largas horas de preguntas y detalles nos dejaron ir.

Caminamos hacia la parada de autobuses en silencio.

-Mamá, nos dejamos el material de la limpieza- dije yo.

 Ella todavía llevaba los guantes puestos. Y se los quito poco a poco, dedo a dedo.


- Hija, ya está bien de trabajar tanto- Dio un gran suspiro y subió al autobús.

3 feb 2016

Cristales muy sucios

Desayunamos en silencio, nos miramos y me sonríe con timidez, vuelve la mirada a la Tablet, todavía lleva la almohada pegada a la cara y su pelo castaño me enseña un gesto durmiente. Sus ojos marrones y hundidos, a veces son más tristes y suspiran soltando alguna presión. Sabe que la miro y me sonríe con sus labios dibujados.
Hoy le voy a comprar un regalo con la esperanza darle ánimo a esa ánima volátil.

Salgo a la calle, camino rápido, y entro en una tienda buscando un regalo.
La dependienta, morena y menuda, se baja inmediatamente de la escalera enclenque que la sostenía en un posible vértigo mientras limpiaba los malditos cristales. 
Es nerviosa e insegura, guarda rápido  la artillería de limpieza y me sonríe, sin embargo noto que mi presencia la ha interrumpido, cosa que no le hace  ninguna gracia. 
Le explico que busco un regalo y me empieza a martillar mostrándome todo tipo de posibilidades. Me agobia y le respondo de forma distante rozando el maltrato, para que se calle y me deje pasear tranquila por la tienda.
Después de un rato, al parecer eterno en la cara pálida y ojerosa de la chica,  me decido por algo medianamente correcto.
Ella con torpeza, respira profundo para calmar la angustia por tener que envolverlo. Parsimoniosa y extremadamente perfeccionista se boicotea una y otra vez en el intento de hacer un paquete decente, lo desarma y lo arma con papel de seda rosa. Pero sus dedos demasiado grandes para la delicada labor tiemblan, y me conducen a la exasperación. 

Finalmente lo consigue, le pago y me despido, ella me devuelve una sonrisa aliviada por mi futura partida, al salir, ya está con la escalera otra vez haciendo malabares.

La mañana esta fría, de camino pienso en el regalo, no sé si le gustará, es tan difícil hacerla feliz, nunca se sabe a dónde me conducirá su genio volátil, explotará en una risa, se emocionará lacrimógenamente, o tal vez me lo tire por la cabeza con desprecio y mal humor.

Por fin llego, y allí está, mirándome. Abro el paquete y me pongo el vestido. Evidentemente me he equivocado y perdido el tiempo otra vez. No me gusta, mi enfado crece, me lo quito y me visto rápido antes de que entre alguna prepotente clienta. Cojo la escalera y sigo limpiando los malditos cristales.