—¿Y Flora? —preguntó de pronto—. ¿Has
visto a Flora?
En aquel mismo instante, el pie,
empezó a protestar. Saqué un par de pastillas del bolso.
—Me ha parecido verla al salir—
contestó la recepcionista.
Tragué las pastillas, bebí un vaso de agua
y me lancé, otra vez, al sofá.
Sentí unas llaves en la puerta que más
bien parecía que se revolvían en mi cabeza.
—Hola cariño, ¡¡qué frío hace!! —me
pareció oír la voz de Enric.
—Todavía en el sofá? —insistió la voz,
como un lejano pitido que pretendía alejarme de la trama.
—¿Cómo está tu pie? —volvió a probar
suerte la voz.
Finalmente, puse pause y contesté un
párrafo automático, en modo persiana blindada:
Hola amor. El pie me sigue molestando,
pero me acabo de tomar las pastillas, gracias. Hace frío, no me moví de casa en
todo el día y ya ves voy por el último capítulo de la sexta temporada, me he
visto cuatro temporadas en una tarde, llevo seis horas en el sofá, confesé con
una risita tonta.
Enric hizo cara de ufff y se fue a poner el pijama.
Puse play.
Flora está casi muerta, pero yo ya lo
sabía porque sufrió un accidente en la carretera y se la llevaron a un hospital
cutre, en el capítulo anterior.
—Fue golpeada en el lado por un
camión. Trauma contundente en la cabeza, pecho y abdomen —dicen los paramédicos
que conducen la camilla hacia la sala de urgencias—. Hipotensión persistente
después de dos litros de solución salina, el pulso es débil, a 130.
Ya estaba llorando otra vez. Flora se
moría y el estúpido del médico que no le hacía el TAC, ¿por qué tenía que
terminar así? Flora, que era una científica brillante, enamorada de Adam, un
vampiro de 200 años, pálido, musculoso y perfecto. Juntos resolvían casos
paranormales… Y él no sabía nada del accidente, pero presentía algo porque
probó su sangre y…
—Cariño, voy a hacer la cena —dijo
Enric con su voz áspera, pero cálida y me miró con sus ojotes verdes, yo al
parecer le contesté algo mentalmente que por supuesto aún él no había aprendido
a oír y entonces fue más determinante—: ¡te estoy hablando!
—¿Eh? ¡Ah! Lo sé, pero este es el
último capítulo y está por terminar, déjame un ratito y después lo apago
—supliqué falsamente como una niña pequeña.
Se alejó hacia la cocina y aunque no
le hice ni caso, la punta de la culpa como un iceberg se asomaba. Y aunque el
capítulo seguía tan o más rocambolesco, ya no podía concentrarme, hacía más de
una semana que me había torcido el tobillo y estaba de baja. Lo que al
principio fue una putada, se transformó en unas vacaciones en la cueva, como
una osa, no hacía más que comer y mirar esa dichosa serie que me tenía
atrapada.
—Me voy a la cama —dijo Enric, después de cenar. Yo recogí rápido la mesa y
me apresuré hacia el sofá.
—Termina este capítulo y voy —le
mentí: esa noche me miré la temporada siete enterita.
Me desperté resacosa y con los ojos
hinchados. Pero mi vicio era tal que no tardé mucho en volver al sofá.
Flora murió, pero gracias a tener la
sangre de Adam en su sangre, resucitó como vampira y entonces pudieron hacer el
amor sin que él la lastimara y se pegaron un hartón de sexo, que me dejó
exhausta de buena mañana. Me tomé una pastilla, la ultima que quedaba, la
verdad es que me encontraba mejor y eso me producía unos raros pinchazos en el
pecho y esa sensación de no poder llenar los pulmones del todo.
Entre capítulo y capítulo se abría
ante mí el recuerdo de mi vida, mi vida real, monótona y sosa, sin pasiones,
sin magia, sin espectacularidad. No
quería en absoluto volver a salir a esa calle vacía y gris, a mi trabajo de
dependienta, a mi vida insulsa y desabrida. Yo no quería ser yo, de mediana
estatura, de peso medio y de media melena. Casi guapa, casi inteligente, casi
enamorada. ¡¡Yo quería ser Flora!!, ¡¡yo era Flora!! Con su melena espesa y
oscura, sus ojos verdes y brillantes, su cuerpazo de modelo y ahora sus súper
poderes de vampiresa. Pero sobre todo por su amor con Adam, el loco amor que
sentía el uno por el otro, esas lágrimas derramadas en momentos descabellados,
esos besos de lengua profundos y esos empotramientos contra todas las paredes
del decorado, eso quería yo:¡¡¡un amor así!!!
Enric y yo nos conocíamos desde hacía
más de diez años, nuestra vida era un reloj, un calendario y un catálogo de
Ikea.
Me sentía muerta, más muerta que los
vampiros con los que soñaba.
Pero volví a poner Play y me dormí con
un final inesperado dándome vueltas. Flora y Adam, separados por la vengativa
vampiresa que convirtió a Adam, lo sedujo y
lo apartó del amor de Flora.
Pero ella, en el capítulo siguiente, a
pesar de haber estado destrozada por la pérdida y el engaño, lo superó y
entendió que era para mejor.
En los primeros capítulos de la octava
temporada, apareció un hombre lobo y se enamoró de ella, a pesar de la
diferencia de especies… Y después, no sé
qué más paso en la serie, porque en mi vida empezaron a pasar cosas que me
hicieron levantarme del sofá.
Creo que hicieron dos temporadas más,
pero gracias a Dios no las he visto, ni he vuelto a engancharme con ninguna
otra vida que no sea la mía.
Mi vida, ya no con Enric, porque este
se fue con otra vampiresa —la que era su jefa—, y deje el pueblo por la ciudad de mis sueños,
con un trabajo agitado que me tiene bien despierta y en un rascacielos con
vistas y por supuesto sin más series, y
con mi vida en serio.