Ya sabía yo
que pasaría esto, repetía mi abuela con los ojos en llamas, corriendo a la
cocina a por un vaso con agua.
Mi abuelo
tirado en el suelo, con la cara como un puño agarrándose fuerte el brazo
izquierdo. Mi tío, llorando al teléfono y pidiendo una ambulancia y explicando
lo que yo acababa de presenciar.
Como siempre,
tío y abuelo acabaron la comida indigestándonos con la pelea eterna. Pero esa
vez, mi abuelo se cogió el pecho con la mano, caminó dos pasos y se deshizo y
los tres, miramos al suelo.
Llego la
ambulancia y en un microsegundo salieron todos por la puerta: camilleros,
camilla con abuelo, abuela y tío. Se cerró la puerta y se hizo el silencio.
Allí me quedé, sola, con seis años. Sola por primera vez, con los ojos como
platos.
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