"Las cosas no son tan comprensibles ni tan formulables como se nos quiere hace creer casi siempre; la mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra"

Rainer Maria Rilke, "Cartas a un joven poeta".

3 feb 2016

Cristales muy sucios

Desayunamos en silencio, nos miramos y me sonríe con timidez, vuelve la mirada a la Tablet, todavía lleva la almohada pegada a la cara y su pelo castaño me enseña un gesto durmiente. Sus ojos marrones y hundidos, a veces son más tristes y suspiran soltando alguna presión. Sabe que la miro y me sonríe con sus labios dibujados.
Hoy le voy a comprar un regalo con la esperanza darle ánimo a esa ánima volátil.

Salgo a la calle, camino rápido, y entro en una tienda buscando un regalo.
La dependienta, morena y menuda, se baja inmediatamente de la escalera enclenque que la sostenía en un posible vértigo mientras limpiaba los malditos cristales. 
Es nerviosa e insegura, guarda rápido  la artillería de limpieza y me sonríe, sin embargo noto que mi presencia la ha interrumpido, cosa que no le hace  ninguna gracia. 
Le explico que busco un regalo y me empieza a martillar mostrándome todo tipo de posibilidades. Me agobia y le respondo de forma distante rozando el maltrato, para que se calle y me deje pasear tranquila por la tienda.
Después de un rato, al parecer eterno en la cara pálida y ojerosa de la chica,  me decido por algo medianamente correcto.
Ella con torpeza, respira profundo para calmar la angustia por tener que envolverlo. Parsimoniosa y extremadamente perfeccionista se boicotea una y otra vez en el intento de hacer un paquete decente, lo desarma y lo arma con papel de seda rosa. Pero sus dedos demasiado grandes para la delicada labor tiemblan, y me conducen a la exasperación. 

Finalmente lo consigue, le pago y me despido, ella me devuelve una sonrisa aliviada por mi futura partida, al salir, ya está con la escalera otra vez haciendo malabares.

La mañana esta fría, de camino pienso en el regalo, no sé si le gustará, es tan difícil hacerla feliz, nunca se sabe a dónde me conducirá su genio volátil, explotará en una risa, se emocionará lacrimógenamente, o tal vez me lo tire por la cabeza con desprecio y mal humor.

Por fin llego, y allí está, mirándome. Abro el paquete y me pongo el vestido. Evidentemente me he equivocado y perdido el tiempo otra vez. No me gusta, mi enfado crece, me lo quito y me visto rápido antes de que entre alguna prepotente clienta. Cojo la escalera y sigo limpiando los malditos cristales.





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