Desayunamos en silencio, nos miramos y me sonríe con timidez,
vuelve la mirada a la Tablet, todavía lleva la almohada pegada a la cara y su
pelo castaño me enseña un gesto durmiente. Sus ojos marrones y hundidos, a
veces son más tristes y suspiran soltando alguna presión. Sabe que la miro y me
sonríe con sus labios dibujados.
Hoy le voy a comprar un regalo con la esperanza darle ánimo a esa ánima volátil.
Salgo a la calle, camino rápido, y entro en una tienda buscando un
regalo.
La dependienta, morena y menuda, se baja inmediatamente
de la escalera enclenque que la sostenía en un posible vértigo mientras
limpiaba los malditos cristales.
Es nerviosa e insegura, guarda rápido la artillería de limpieza y me sonríe, sin
embargo noto que mi presencia la ha interrumpido, cosa que no le hace ninguna gracia.
Le explico que busco un regalo y me empieza a martillar
mostrándome todo tipo de posibilidades. Me agobia y le respondo de forma
distante rozando el maltrato, para que se calle y me deje pasear tranquila por
la tienda.
Después de un rato, al parecer eterno en la cara pálida y ojerosa
de la chica, me decido por algo
medianamente correcto.
Ella con torpeza, respira profundo para calmar la angustia por
tener que envolverlo. Parsimoniosa y extremadamente perfeccionista se boicotea
una y otra vez en el intento de hacer un paquete decente, lo desarma y lo arma
con papel de seda rosa. Pero sus dedos demasiado grandes para la delicada labor
tiemblan, y me conducen a la exasperación.
Finalmente lo consigue, le pago y me despido, ella me devuelve una
sonrisa aliviada por mi futura partida, al salir, ya está con la escalera otra
vez haciendo malabares.
La mañana esta fría, de camino pienso en el regalo, no sé si le
gustará, es tan difícil hacerla feliz, nunca se sabe a dónde me conducirá su
genio volátil, explotará en una risa, se emocionará lacrimógenamente, o tal vez
me lo tire por la cabeza con desprecio y mal humor.
Por fin llego, y allí está, mirándome. Abro el paquete y me pongo el
vestido. Evidentemente me he equivocado y perdido el tiempo otra vez. No me
gusta, mi enfado crece, me lo quito y me visto rápido antes de que entre alguna
prepotente clienta. Cojo la escalera y sigo limpiando los malditos cristales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario